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LA CONTRARREVOLUCIÓN DESDE LOS ANDES: EL GOBIERNO VIRREINAL DE LA SERNA Y LA RESISTENCIA REALISTA EN EL PERÚ, 1821-1824

THE COUNTERREVOLUTION FROM THE ANDES: THE VICEREGAL GOVERNMENT OF LA SERNA AND THE ROYALIST RESISTANCE IN PERU, 1821-1824

RESUMEN

Este artículo plantea un análisis sobre la importancia de la contrarrevolución emprendida por el virrey José de la Serna desde el Cuzco frente a la situación política del Perú entre los años de 1821 y 1824. En primer lugar, se realizará una explicación sobre los motivos que llevaron a los realistas a abandonar Lima, capital virreinal desde el siglo XVI, y replegarse al sur andino. Como segundo punto, se pasará al estudio de las necesidades logísticas del gobierno virreinal del Cuzco para la consolidación del control territorial en el sur andino y las posteriores incursiones sobre Lima. A continuación, se analizarán los efectos del fin del Trienio Liberal (1820-1823) poniendo énfasis en la sublevación del general Olañeta en el Alto Perú y cómo esto generó un efecto dominó que terminó por dividir al ejército realista meses antes del desarrollo de las batallas de Junín y Ayacucho. En ese sentido, argumentamos que el éxito contrarrevolucionario durante los años de Gobierno del virrey La Serna se debió no solo a la articulación de capital humano y recursos que proporcionaron los Andes centrales y del sur, sino también a la inestabilidad interna del gobierno independentista en la costa peruana. Sin embargo, este éxito se vio truncado por las acciones de Olañeta, las cuales fueron aprovechadas por Bolívar para obtener las victorias decisivas en 1824.

PALABRAS CLAVE:
Contrarrevolución; independencia del Perú; ejército realista; Andes

ABSTRACT

This article presents an analysis of the importance of the counterrevolution undertaken by Viceroy José de la Serna from Cuzco in the face of the political situation in Peru between the years of 1821 and 1824. First, we will attempt an explanation about the reasons that led the royalists to abandon Lima, viceregal capital since the 16th century, and retreat to the southern Andes. Then, we will move on to the study of the logistical needs of the Viceregal government of Cuzco for the consolidation of territorial control in the southern Andean region and the subsequent incursions into Lima. Next, the effects of the end of the Liberal Triennium (1820-1823) will be analyzed, emphasizing the uprising of General Olañeta in Upper Peru and how this generated a domino effect that ended up dividing the royalist army months before the development of the battles of Junin and Ayacucho. In that sense, we argue that the counterrevolutionary success during the years of Viceroy La Serna’s government was due not only to the articulation of human capital and resources that the central and southern Andes provided, but also to the internal instability of the independent government in the Peruvian coast. However, this success ended by Olañeta’s actions, which Bolívar took advantage of to obtain decisive victories in 1824.

KEYWORDS:
Counterrevolution; Peruvian Independence; Royalist army; Andes

La contrarrevolución virreinal en el Perú puede dividirse en tres fases muy marcadas, las cuales han sido estudiadas con diferentes aproximaciones3 3 Chust; Frasquet, 2013; Luqui, 2006. . La primera, a cargo del virrey José Fernando de Abascal, abarca los años entre 1808 y 1816 y se caracterizó por la lucha contra las juntas de gobierno y la búsqueda de una autonomía y soberanía en la Audiencia de Quito, la Audiencia de Charcas y la capitanía General de Chile, pero dentro de la monarquía española. El virrey Abascal, aunque parte de estos territorios no se encontraban dentro de su jurisdicción, emprendió, entre otras medidas, el bloqueo comercial y la movilización de tropas virreinales a la frontera norte, a la par que mantuvo un constante contacto con las autoridades de Cuenca, Popayán y Guayaquil, ciudades que se habían negado a subordinarse a la autoridad de Quito. Hacia la Audiencia de Charcas, por su parte, se emprendieron dos incursiones militares con el objetivo de evitar las incursiones de los por él considerados “insurgentes” provenientes de Buenos Aires. La primera entre 1809 y 1813, bajo el mando de José Manuel de Goyeneche, y la segunda entre 1813 y 1816 a cargo de Joaquín de la Pezuela. Finalmente, a la Capitanía General de Chile, importante por el comercio de trigo con el virreinato, la designaron a Mariano Osorio4 4 Si bien uno de los primeros trabajos relacionados a este tema es de Díaz Venteo (1948) acerca de las campañas militares de Abascal, la cultura política, la situación económica y social del virreinato y las Juntas de Gobierno han sido abordadas a profundidad, especialmente en el contexto del bicentenario de estas últimas. Entre otras, se encuentran: O’Phelan; Lomné, 2013; O’Phelan, 2016; O’Phelan, 2014; Chust; Rosas, 2017; Alvarado Luna, 2020 (tanto para Abascal, como para los dos siguientes virreyes). .

La segunda fase se enmarca en el Gobierno virreinal de Joaquín de la Pezuela entre 1816 y 1821. A diferencia de la primera, en este caso le correspondió a Pezuela emprender la contrarrevolución frente a movimientos que buscaban la independencia, siendo el principal caso de atención el de Chile. Por otro lado, tal como sucedió en los últimos años del Gobierno de Abascal, Pezuela recibió apoyo militar proveniente de la península, dentro de los cuales se encontró José de la Serna, nuevo jefe del Ejército del Alto Perú5 5 Ricketts, 2010. . Asimismo, tuvo que hacer frente a los problemas internos del virreinato y a los avances militares de Bolívar en el norte y a la Expedición Libertadora al mando de San Martín por el sur6 6 Para el caso concreto del Gobierno de Pezuela y la contrarrevolución, a diferencia del de Abascal, solo se cuentan con algunos estudios concretos, dentro de los cuales podemos destacar: MARKS, 2007; De la Puente Brunke, 2012; Martínez Riaza, 2014; Ricketts, 2017, y los textos de Alvarado Luna, 2015 y 2017. .

La tercera fase corresponde a los años de 1821 a 1824 bajo el mando virreinal de José de la Serna. No fue sino hasta hace poco que el Gobierno del virrey La Serna y el contexto e impacto del Trienio Liberal han comenzado a despertar mayor interés y nuevas aproximaciones. Así, por ejemplo, se encuentran los trabajos de Julio Albi de la Cuesta o de Íñigo Moreno de Arteaga, los cuales abordan con detalle el accionar del gobierno virreinal en sus últimos tres años en el Perú. Por otro lado, el estudio de la oficialidad española ha sido abordado a profundidad por Ascensión Martínez Riaza, Natalia Sobrevilla y por quien escribe7 7 Para el caso de La Serna, se puede consultar los siguientes trabajos: Albi de la Cuesta, 2009; Moreno de Arteaga, 2010; Martínez Riaza, 2018; Arrambide; McEvoy; Velázquez, 2021; Sobrevilla, 2011. . Sin embargo, existen aún algunos puntos pendientes.

Ante lo anterior, este trabajo busca analizar en qué medida el abandono de la ciudad de Lima y posterior asentamiento en el sur andino por parte de las fuerzas realistas comandadas por el virrey José de la Serna fue determinante para la contrarrevolución virreinal entre los años de 1821 y 1824. Para ello, se propone explicar las diferentes medidas emprendidas por el gobierno virreinal del Cuzco en el ámbito logístico y militar para hacer frente al nuevo contexto político del Perú, desde la instalación del Congreso Constituyente y la posterior llegada de Bolívar en 1823, y demostrar que el abandono de Lima le permitió a la causa realista resistir por tres años y poner en jaque a los nuevos gobiernos independentistas. Asimismo, se analizará en qué medida la sublevación de Pedro Antonio de Olañeta desde el Alto Perú terminó minando la autoridad y poder realista en el sur andino, lo que terminó siendo utilizado por las fuerzas independentistas comandadas por Bolívar y Sucre para lograr consolidar la independencia del Perú.

La perspectiva desde la cual nos acercaremos al tema será la de la historia política y militar de la guerra. Tal como sostiene Rabinovich, la historiografía tradicional sobre la historia militar ha tendido a enfatizar el rol de los principales personajes, especialmente de los ejércitos libertadores8 8 Rabinovich, 2022. . Por otro lado, siguiendo lo planteado por Black, la guerra pone a prueba la resiliencia y cohesión de las sociedades en su totalidad, por lo que en este trabajo se mostrarán las diferentes relaciones interpersonales entre los actores civiles y militares a fin de mostrar a la sociedad en su conjunto9 9 Black, 2004; Rabinovich, 2015. .

1. El abandono realista de Lima

El 29 de enero de 1821, tras más de cuatro años en el gobierno virreinal, Joaquín de la Pezuela fue depuesto por sus propios generales. En el denominado Motín de Aznapuquio, los generales realistas solicitaron al virrey la entrega del mando bajo los argumentos, entre otros puntos, de la decadencia de los medios de defensa, de la falta de recursos, del progresivo aumento de los enemigos y de “la completa ruina del virreinato y con él la de América”10 10 Archivo General Militar de Segovia, CELEB., Caja 133, EXP.1 Carpeta 5. . Entre los firmantes se encontraba la totalidad de los jefes del Ejército en Aznapuquio: José Canterac, Jerónimo Valdés, el marqués de Valleumbroso, Ignacio Landazuri, Ramón García, Ramón Gómez de Bedoya, Mateo Ramírez, Andrés García Camba, Francisco Narváez, Francisco Ortiz, Antonio Tur, Agustín Otermín, Fulgencio del Toro, Ramón Rodil, Pedro Martín, Antonio Seoane, Manuel Bedoya, José García y Valentín Ferraz, muchos de ellos llegados con La Serna a América en 181611 11 Archivo General Militar de Segovia, CELEB., Caja 133, EXP.1 Carpeta 5. .

El virrey Pezuela consideró su destitución como una insurrección puramente militar de la cual se quejó enfáticamente. No obstante, presentó su contestación al general Canterac en su calidad de jefe mayor y reconoció, tal como solicitaban los firmantes, como general en jefe del Ejército a José de la Serna, a quien también le hizo entrega del mando del virreinato peruano12 12 Alvarado Luna, 2020. . El trasfondo verdadero de las discrepancias entre el virrey y sus generales fue la importancia de Lima. Mientras que para Pezuela era necesaria la defensa total de la capital “porque sin Lima se pierde todo el virreinato”13 13 Pezuela, 1947. , para el resto de la oficialidad realista la única solución era el repliegue al interior del territorio. Estas visiones contrapuestas tienen su explicación en la experiencia de estos últimos durante las guerras españolas, producto de la invasión francesa desde 1808 donde, tras la caída de Madrid, la Junta Central primero y las Cortes después, ejercieron el gobierno y la resistencia española desde otras ciudades, como Sevilla y Cádiz. Esta nueva forma de táctica político-militar distaba mucho de la desarrollada durante el siglo XVIII y temprano XIX, en que el destino de todo el territorio recaía en la toma de la capital14 14 Un estudio sobre los debates entono a la defensa e importancia de Lima se puede consultar en Alvarado Luna, 2015. .

Dentro de las primeras medidas emprendidas por el nuevo virrey se encuentran el nombramiento de Canterac como general en jefe del Ejército; de Valdés como jefe del Estado Mayor; y de Seoane como secretario de Estado. En el plano defensivo, por otro lado, se dispuso la creación de un cuerpo de 1 500 negros esclavos a quienes se les ofreció la libertad como recompensa tras su enrolamiento, así como la leva de vagos y maleantes para que también formen parte de las filas del ejército15 15 Archivo Histórico de la Municipalidad de Lima. Libro de Cabildo n°45. Acta de la sesión del Cabildo del 1° de febrero de 1821. . Pese a la necesidad de hombres, estas últimas decisiones terminaron por generar malestar dentro de la población limeña no solo por el miedo a la plebe y posibles levantamientos armados, sino también porque la mano de obra era fundamental en un periodo de carestía alimentaria16 16 Sobre el miedo a la población durante el periodo de independencia, se puede consular: Mazzeo, 2005. Para el caso de la crisis alimentaria, consultar: Sánchez, 2001. .

Tal como había sucedido durante el Gobierno de Pezuela, el virrey La Serna le comunicó a José de San Martín su disposición a entablar conversaciones de paz. Sin embargo, hay que destacar que estas medidas respondieron solo al cumplimiento de las Reales Órdenes emitidas desde Madrid una vez que el liberalismo volvió a tomar el poder tras el levantamiento militar de Rafael del Riego a inicios de 1820 y la posterior jura -a regañadientes- de Fernando VII de la Constitución gaditana17 17 Alvarado Luna, 2020; Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XIII, vol. 2, p. 56 . Esta nueva situación política, anotan Rújula y Chust, generó el debate en torno a continuar la guerra en América o dar inicio a las negociaciones de paz “con la cobertura de la Constitución de 1812 que, ya a estas alturas, había alcanzado el estatus de mito”18 18 Rújula; Chust, 2020. . Por otro lado, tal como sostiene Costeloe, “el cese del fuego se debería suspender hasta el momento en que fuera indudable que los insurgentes habían rechazado la constitución y se negaban a enviar comisionados” a las nuevas Cortes19 19 Costeloe, 2010. .

El primer encuentro se produjo entre los coroneles Alvarado y Guido, representante de San Martín, y los coroneles Valdés y Loriga, representantes del virrey; sin embargo, no se llegó a ningún acuerdo. No fue sino hasta las conferencias realizadas en la hacienda de Punchauca, en que el mismo San Martín le propuso personalmente al virrey el 2 de junio de 1821 la formación de una Regencia conformada por el mismo virrey, un vocal designado por él y uno designado por San Martín, mientras se esperaba la llegada de un príncipe de la familia real española para instaurar, de esta forma, una monarquía constitucional en el Perú. Estas propuestas, a ojos del general García Camba “ninguna esperanza de feliz éxito se traslucía, ni otro objeto movía a los enemigos que aumentar su importancia prolongando la funesta inacción de las armas españolas”20 20 García Camba, 1846, p. 389. . En un primer momento, los delegados del virrey ofrecieron una contrapropuesta, la cual consistía en el planteamiento de una línea divisoria de Oeste a Este por el río Chancay, así como la posibilidad de que fuese el mismo virrey quien se embarcase a España para informar al rey sobre la situación del virreinato21 21 Alvarado Luna, 2020. . Sin embargo, ambas propuestas fueron denegadas.

La desconfianza del virrey y sus generales sobre las intenciones de los independentistas fue evidente. A fin de ganar tiempo, las negociaciones continuaron hasta el 5 de julio, cuando se comunicó a los diputados la determinación del virrey por abandonar la capital al día siguiente. Esta medida se llevó a cabo por la situación crítica que vivía Lima debido a la falta de alimentos, a las epidemias que azotaron a la población y a las fuerzas militares, así como la poca higiene22 22 Véase Sánchez, 2015. . Llama la atención que La Serna le comunicase su partida a San Martín y publicase un bando en la Gaceta del Gobierno de Lima anunciando también dicha decisión.

Los preparativos se iniciaron desde la madrugada del 6 de julio. Según anota Luqui, primero se trasladó a los enfermos al Callao, junto con armas y municiones pues se consideraba un “punto de refugio para los militares no empleados en el ejército y muchas familias” que se acogieron al asilo23 23 Luqui, 2006. . Según expuso el virrey desde Lurín, partió de Lima con las tropas “habiendo dejado en la plaza del Callao las competentes, provistas para su defensa, y he salido después de expedir sin embarazo alguno todas las providencias de gobierno militar y político que requería la empresa, por no haber enemigo que pudiera oponerme impedimento alguno”24 24 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 2, p. 76. . Y no faltaba de razón. Pese a tener pleno conocimiento, San Martín optó por no interceptar al virrey, lo cual fue posteriormente criticado por sus generales. De esta manera, el traslado de La Serna a la sierra no sufrió mayores inconvenientes. No fue hostigado ni por el general Antonio Álvarez de Arenales, quien contaba con el contingente necesario para hacer frente a las tropas realistas, ni por el mismo San Martín, quien, como ya se mencionó, le dejó retirarse libremente.

El abandono de Lima por parte de los realistas puede ser considerado como un éxito militar para el virrey, pues le permitió recluirse en terrenos inhóspitos para los independentistas, quienes, por su falta de experiencia en la zona, tendrían dificultades para alcanzarlo. No debería ser considerada como una estrategia de supervivencia, puesto que este plan había sido discutido a lo largo de 1820 en diversas juntas militares. En ese sentido, tal como consideró el virrey:

puesto yo en absoluta precisión de conservar el Perú a la nación española como parte integrante de ella, era inexcusable la operación militar que he practicado. Tengo bastante confianza para comunicarlo así a los pueblos, porque no me ocupa otra mira que la de mantenerlos en seguridad y orden, para que puedan obrar efecto útil las disposiciones benéficas del gobierno soberano que se halla hoy especialmente contraído a felicitar territorio, por ser susceptible y digno de ello25 25 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 2, p. 77. .

Sin embargo, en el aspecto político, la retirada realista puede considerarse como un triunfo independentista, ya que el mando político y militar recayó en el marqués de Montemira, quien no contaba con más de 200 hombres para mantener el orden. Esto terminó facilitando el ingreso de San Martín a la ciudad de Lima.

2. Cuzco, capital virreinal: logística y control territorial

La retirada del Gobierno de Lima se completó sin mayores problemas en dirección a la sierra central. El virrey, asentado por un momento en Huancayo, dio órdenes para que la ciudad se convierta en la nueva capital virreinal. Según sostiene Albi de la Cuesta, esta elección se debió porque la ciudad de Jauja, por lo menos en este momento, se consideraba como “el principal bastión realista del Perú”26 26 Albi de la Cuesta, 2009, p. 484. . Una vez en Huancayo, La Serna procedió a reorganizar al ejército. De esta manera, se dispuso que Valdés marchase rumbo a Arequipa como jefe del Estado Mayor del Alto Perú; García Camba y Rodil fueron nombrados segundos ayudantes generales, mientras que González Villalobos tomó el cargo de subinspector general. Por otro lado, el virrey tomó una serie de medidas para modernizar el Ejército, como la formación de nuevas unidades militares27 27 De Haro, 2019. .

Para este momento, el virrey contaba con el Ejército de Lima, los batallones Victoria, Castro, II del Primer Regimiento y Granaderos, y los escuadrones de Granaderos de la Guardia, Lanceros del Rey, Húsares de Fernando VII y Dragones de la Unión. Por otro lado, en el caso del Alto Perú, se contaba con las unidades de vanguardia, los batallones Gerona, Centro, Partidarios y Cazadores, así como el de Milicias y los escuadrones Dragones Americanos y Cazadores de Caballo28 28 Albi de la Cuesta, 2019. .

Mientras en Lima San Martín iniciaba la administración del Protectorado; en la sierra central continuaron los movimientos del ejército realista, para lo cual se le encomendó al general Gregorio de las Heras la misión de hacerles frente. Si bien De las Heras no logró un triunfo total, sí logró su dispersión y la posibilidad de que los realistas no logren reunir alimentos, armamento y refuerzos29 29 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, v. 2, p. 307-308 . Pese a estos reverses, en setiembre una división de 2 500 hombres de infantería y otros 900 de caballería al mando del general Canterac se acercaron a la ciudad de Lima a fin de poder auxiliar a los realistas que se encontraban en los Castillos del Callao. Sin embargo, San Martín optó por no realizar un ataque frontal; una decisión que llevó a Canterac, de forma precavida, a limitar su presencia a proveer recursos a los defensores del Callao y a retornar a Jauja tras dejar la artillería al mando de José de la Mar30 30 Albi de la Cuesta, 2019. .

Ahora bien, pese a no contar con bajas y habiendo auxiliado con recursos a aquellos que se encontraban en el Callao, el accionar de Canterac terminó por generar zozobra y algunas deserciones dentro de sus tropas, más aun cuando llegaron noticias que dos días después de emprender la retirada, el 21 de setiembre de 1821, las tropas independentistas habían ocupado la plaza del Callao y el general La Mar, con toda la artillería, había pasado a formar parte de dicho ejército31 31 García Camba, 1846. .

En los siguientes meses, el accionar del ejército realista se limitó a las solicitudes de recursos y a su reorganización. A la par que esto sucedía, desde la ciudad del Cuzco comenzaron a llegarle invitaciones al virrey para que se establezca en ella. La invitación de la Audiencia del Cuzco sostenía, entre otros puntos, la necesidad de una dirección gubernativa y económica sobre las provincias desocupadas de “sus cacareados libertadores”, a la vez que consideraban que el virrey no debía situarse “en el oscuro pueblo de Huancayo y otros que se le parezcan, sin un Auditor, sin una Secretaría proporcionada, sin corporaciones de ninguna clase […], y sin ciudadanos de rango e ilustración”32 32 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 58. .

Más allá de las adulaciones, desde el punto de vista geográfico, se argumentó que el Cuzco, por la amplitud de su provincia y por su posición geográfica, era el lugar idóneo para llevar a cabo los futuros planes de guerra y defensa del virreinato. De esta manera, los cuzqueños aprovecharon su ubicación geográfica como eje fundamental para el control estratégico y militar tanto del sur andino peruano como del Alto Perú. Desde el punto de vista económico, el argumento giró en torno a la falta de un Tribunal de Apelación en las ciudades de Arequipa, Tarma, Huamanga y Huancavelica. Caso contrario, las tenían las Audiencias de Charcas y el Cuzco, “pero estas mismas Audiencias no encuentran vado a las súplicas que se interponen para las segundas en los negocios civiles y criminales resueltos por las primeras”33 33 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 58. .

A los ojos de la Audiencia del Cuzco, por otro lado, las provincias libres eran aquellas que podían contribuir con hombres, dinero y demás recursos “para el sostén de los ejércitos nacionales, proyectándose y realizándose la exacción de todo el pulso, sagacidad y convencimiento que la hagan llevadera”. Así, consideraban que desde el Cuzco se podía

surtir de Bulas, papel sellado y tabacos; en ellas deben fabricarse la pólvora y otros artículos de guerra, que antes salían de Lima para todo el Reino hoy aumentan la fuerza enemiga; por fin es necesario que doquiera que tremolen las banderas de la Nación, allí se plantifique en cuanto sea posible la división de los poderes, el benéfico instituto de las diputaciones provinciales y Ayuntamientos, el acierto y tranquilidad de las Juntas electorales, cuidando de que todos y todo conspiren por sus respectivos caminos a un mismo término34 34 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 58. .

Por todos estos motivos, la ciudad del Cuzco se consideraba digna de ser la nueva capital virreinal. Sin embargo, la Audiencia concluyó su invitación sosteniendo que, en caso de que el virrey no tomase en consideración al Cuzco, “acatará las opiniones y deliberaciones siempre bien fundadas, sensatas y oportunas”35 35 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 58. .

No es seguro decir cuál de entre todos los argumentos esgrimidos por la Audiencia cuzqueña terminó por convencer al virrey La Serna. No obstante, nos aventuramos a señalar que la importancia geopolítica del sur andino peruana y su cercanía al Alto Perú, región que La Serna conocía desde su arribo al territorio americano en 1816, pudieron inclinar la balanza. O’Phelan, por otro lado, destaca la calma que se vivía en la ciudad andina desde el sofocamiento de la rebelión de los hermanos Angulo y Mateo Pumacahua36 36 O’Phelan, 2019. . De esta manera, en noviembre de 1821, el virrey optó por establecerse en Cuzco para tener mayor control militar y económico del Bajo y Alto Perú. Asimismo, decidió reorganizar los principales mandos del Ejército realista, por lo que nombró coronel a José Ramón Rodil y teniente coronel a Andrés García Camba, miembros de su Estado Mayor; al coronel Alejandro González, subinspector general de las tropas veteranas y milicias del Reino; y trasladó al coronel Jerónimo Valdés al Estado Mayor del Ejército del Alto Perú.

La entrada de La Serna en el Cuzco se llevó a cabo con toda la pompa correspondiente37 37 Albi de la Cuesta, Julio, 2020. . Una vez instalado el gobierno, se dio comunicación al secretario de Estado y del Despacho de Guerra en España a fin de informarle las últimas noticias y la situación de las regiones de la sierra central y sur. Esta medida se llevó a cabo debido a que, para La Serna

el ignorar cual es la mente del Gobierno Supremo de la Nación con respecto a esta parte de Sud-América […] me ha decidido adoptar en las presentes críticas circunstancias todas aquellas medidas que he juzgado oportunas, pues creo es un deber sagrado en mi […] hacer cuantos esfuerzos sean imaginables para conservar estos países como parte integrante de la Monarquía38 38 Archivo General de Indias, Oficio n°62. La Serna al Secretario de Estado. Cuzco, 22.02.1822. .

Así, desde las últimas semanas de 1821 y durante los primeros meses de 1822, La Serna se encargó de emitir una serie de bandos y proclamas a los diferentes puntos del territorio peruano, a la par de encargarse de potenciar la importancia e influencia de la Audiencia cuzqueña en la región. Ejemplo de esto fue el traslado de las intendencias de Arequipa, Huamanga, Huancavelica y Tarma, hasta el momento dependientes judicialmente de Lima, a las jurisdicción del Cuzco39 39 O’Phelan, 2019. . La guerra de propaganda desde el interior de los Andes, esta vez a cargo del mismo virrey, había dado inicio y, con esta, una nueva fase de la contrarrevolución realista.

3. Contrarrevolución desde los Andes e incursiones realistas a Lima

Para un mejor y más completo análisis, este apartado se encuentra dividido en tres secciones. En el primero se presentarán y analizarán los bandos y proclamas emitidas por el virrey La Serna desde el Cuzco entre 1822 y fines de 1823. De esta manera, se podrán apreciar los cambios y continuidades del discurso del virrey, así como el accionar de los independentistas, cuyos fracasos y reverses son mencionados como una forma de contraposición a la situación realista. La segunda sección, por otro lado, hará énfasis en la contrarrevolución militar, dentro de las cuales se presentarán no solo las medidas emprendidas por el virrey y sus generales, sino también los requerimientos de recursos, armamento y hombres que hicieron posible -o no- la consolidación realista en la sierra sur del virreinato peruano. Finalmente, se abordarán, de manera breve, las incursiones realistas sobre Lima y sus efectos inmediatos.

3.1 La guerra de propaganda

Mónica Ricketts expone que durante los siguientes tres años y medio se produjeron luchas entre los independentistas y los realistas por ganarse el favor de la población. La prensa, los bandos y proclamas, así como el teatro, fueron importantes en este aspecto40 40 Ricketts, 2001. . Como ya se ha mencionado, desde el Cuzco el virrey emprendió una campaña política en pro de la causa realista en la cual enfatizaba los pormenores del día a día de los independentistas y su gobierno en la costa peruana. Así, por ejemplo, en un texto titulado “Noticias de Lima” dentro de Gaceta del gobierno legítimo del Perú del 8 de febrero de 1822, se comenta la percepción de un vecino de Huamanga quien declaró que oyó gritar en el teatro a varios “viva el señor virrey La Serna”, así como estribillos de “viva la Corona y muera la patria ladrona”41 41 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 141. . La veracidad del testimonio puede ser puesta a prueba, pero ejemplifica claramente las intenciones del gobierno virreinal por deslegitimar la presencia de San Martín en Lima.

Otra medida se encontró en las sucesivas proclamas y bandos. Una de estas fue fechada el 3 de abril y se dirigió a los “jóvenes de Chiloé”, de quienes destacaba su genio militar y virtudes cívicas y a quienes les prometía que concentraría sus miras en la prosperidad de Chiloé “con particular esmero” a fin de poder conseguir “la lealtad de sus habitantes como modelo que puedan imitar nuestras generaciones”42 42 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 63-64. .

A los habitantes del Perú, por otro lado, dirigió un bando más amplio y los llamó a mirar “en esa imagen grandiosa del imperio español” la cual podría satisfacer “las necesidades, los buenos deseos o aspiraciones, y hasta el orgullo nacional que puede permitirse a los hombres”. Asimismo, enfatizó que solo con el gobierno virreinal habría seguridad absoluta, pues según él mismo, “conozco vuestros sentimientos: pero será más pronto vuestro alivio y nuestra satisfacción recíproca cuando vosotros conozcáis la rectitud y pureza de mis operaciones”43 43 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3. 65-66. . Así, aprovechando la situación de inestabilidad durante el Protectorado, argumentó

Sentís la parálisis que sufren o el poco vigor circulante de los ramos de agricultura, industria y comercio; pero a vosotros toca y os interesa saber, que esta es una consecuencia precisa de la revolución o guerra injusta que el caudillo San Martín os ha traído. Vamos a terminarla sin reserva de medio; fijaremos todos en esto nuestros conatos: y desaparecerán los sentimientos con el torrente de labores frutos ventas y compras que están habilitadas por nuestras nuevas instituciones44 44 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 141. .

El discurso del virrey continúa con el mismo ímpetu: argumentó que lo mencionado previamente no eran promesas vagas, pues se encontraban “arregladas a un orden dependiente de nuestra carta Constitucional” llevándola por norte “para robusteceros y felicitaros con el poder nacional; haciendo os saber, con razón y gusto mío, que la subordinación, disciplina, valor y sufrimiento heroico de todas nuestras tropas, nada me han dejado que apetecer en todas mis providencias y designios”45 45 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, 67. . Frente a los limeños, un mes más tarde, el virrey utilizó una especie de sentimentalismo al recordarles los años que había vivido entre ellos para, luego, enfatizar en que la fuerza militar española “en contraste de la advenediza que os oprime” quienes habían, bajo su percepción, en casi un año, “destrozado la población, las labores productivas, los caudales y conocimientos que habían de fomentarlas y las instituciones que habían de garantirlo [sic] todo con aquella armonía que erige o sostiene un imperio”46 46 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 68-70. .

La presencia de San Martín en el Perú había concluido para agosto de 1822. En Lima, se instaló un Congreso Constituyente, lo cual fue aprovechado por el gobierno virreinal del Cuzco para enfatizar los problemas políticos de los independentistas. De esta manera, para fines de 1822, el virrey La Serna emitió una proclama dirigida a los soldados rebeldes en la cual sostuvo que se había excedido en procurar su desengaño “previniendo a todos los generales y jefes de operaciones que nunca hagan uso del poder que tengan sin llamaros primero a la reunión de las banderas españolas y a la concordia y el sosiego con vuestras familias”. Este bando buscó invitarles a retornar a las armas del rey con una serie de beneficios nada envidiables. Así, por ejemplo, se ofrecieron indultos, recompensas por reincorporarse con armas, caballos o cualquier otro útil de guerra, las cuales incluso serían compradas a ellas. Por otro lado, a aquellos que hubiesen sido esclavos, tras presentarse al Ejército, quedarían libres.47 47 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 72-73.

La presidencia de José de la Riva Agüero no solucionó la situación para los independentistas. Como veremos más adelante, el ejército realista aprovechó tal situación para emprender numerosas incursiones a la ciudad de Lima, saquear sus recursos e infundir miedo en la población. Esto, claramente, también fue aprovechado por el virrey. Más aun cuando el mismo Riva Agüero se comunicó con La Serna a fin de cesar las hostilidades sobre Lima. Para Riva Agüero, “si en el Perú ha habido desórdenes, también los ha habido, y actualmente los hay en España”, pero la aptitud del territorio bajo su administración era, a sus ojos, “imponente”, especialmente por la eventual marcha del ejército y escuadra provenientes de Colombia. Sin embargo, pese a reconocer los efectos adversos de la derrota independentista en la primera campaña a los puertos intermedios, sostuvo la necesidad de llegar a un acuerdo de cese de hostilidades48 48 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, vol. 9, p. 27-30. .

En la proclama del 30 de abril de 1823, La Serna contesta a Riva Agüero y le llama, en tono burlesco, el “presidente de la república imaginaria”, a la vez que recuerdan que San Martín les hizo creer que serían felices poniéndose a sus órdenes: “os pusisteis; os hizo desgraciados; se hizo opulento robándoos con descaro cuanto tenías; os dijo que nunca os abandonaría en vuestros peligros; os profetizó su triunfo total sobre nosotros y la conclusión de la guerra en el año veintidós”49 49 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 75-76. . Nada de esto, continuó el virrey, se había cumplido.

Aprovechando aún más la situación, hasta este momento totalmente favorable para la causa realista, el virrey emitió un nuevo bando a los pueblos del Perú. En este, tal como había realizado en ocasiones anteriores, volvió a criticar el accionar de San Martín y sus sucesores en el gobierno independiente: “Ya sabeis que los aventureros y desnaturalizados hombres de que se compone, no tienen otras aspiraciones que saciar su codicia a costa de vuestra ruina” a lo que enfatizó la necesidad de “escuchar la voz de las autoridades legítimas” y ser vigilantes de aquellas que los quieran “perturbar y seducir”50 50 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 75-76. .

El arribo de Simón Bolívar al Perú y su ingreso a Lima el 01 de setiembre de 1823 estuvo precedido por nuevos reverses dentro de las filas independentistas. La nueva campaña a los puertos intermedios, ordenada por Riva Agüero y comandada por Santa Cruz, también había fracasado. Según se expone en el Boletín del Ejército Nacional de Lima, se acababa de dar “una nueva prueba de lo que es capaz vuestro valor santificado por la justicia de la causa que defendemos”51 51 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, vol. 9, p. 100. . Una propaganda, claro está, para afianzar el sentimiento victorioso entre las armas del rey.

Estos discursos, como se puede apreciar, buscaron remarcar la precaria situación económica, política y social que se vivía en el Perú independiente frente al periodo virreinal actual. Sin embargo, hay que tener cuidado al momento de leer estas proclamas, puesto que distaban en muchos aspectos -tal como veremos más adelante- de ser totalmente verdad.

3.2 La contrarrevolución militar: logística y movilización

Durante los primeros meses de 1822, La Serna se encargó de la reorganización del Ejército. Dentro de sus primeras medidas destaca el ofrecimiento de ocho pesos por desertor que se capture y el orden del pago de víveres consumidos, tal como lo había realizado en Huancayo. Sobre los gastos de vestuario, el virrey ordenó el traslado de medicinas, herramientas y papel, así como la adquisición de nuevos vestuarios52 52 Archivo General de la Nación. C7. Caja Cuzco.393.1142.81; Archivo General de la Nación. C7.Caja.Cuzco.393.1142.68 . Por otro lado, ordenó que, a fin de evitar posibles males, se previniera que “todos los géneros y efectos estrangeros [sic] que se encuentren en [los] pueblos cuando entren las armas Nacionales serán confiscados irremisiblemente en beneficio del erario público”53 53 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 137. .

A inicios de marzo de 1822, desde el Cuzco, el virrey La Serna se comunicó con el intendente de Puno anunciándole que de los 313 fusiles que debían llegar a Puno procedentes de Potosí con 212 bayonetas y 167 cartucheras con sus portas quedarían ahí hasta nuevas órdenes y se haría pasar “sin detención” los 9 destrozados y los 80 cañones de fusil para poder ser habilitados en el Cuzco54 54 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, vol. 5, p. 195. . Asimismo, aprovechó para comunicarle la cantidad de armas para la infantería y caballería que fueron remitidas de Oruro a Cuzco a fines de enero. El Cuadro 1 detalla las armas, de las cuales 92 fusiles españoles y 12 carabinas sin gancho fueron entregados por el Batallón de Portuarios y las demás proceden de los almacenes. Sin embargo, la falta de armas de fuego debido a la imposibilidad de su fabricación y procedencia de Europa era cada vez más notoria.

Cuadro 1
Armas para la infantería y caballería y piezas correspondientes a ellas55 55 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, vol. 5, p. 196. .

Para estas fechas, dentro del ejército realista quedaban pocos mandos provenientes de la península, lo que terminaba preocupando más al virrey56 56 Alvarado Luna, 2019. . La búsqueda del orden dentro del ejército también fue fundamental, y las deserciones y demás delitos no podían ser tolerados. Es por esto que para mayo se dio a conocer una relación de las penas ejecutadas en Huamanga, las cuales tenían como objeto disuadir a la población. Entre los pasados por las armas se encontraron Alejo Auqui y Baltazar Auqui por “asesinos contumaces y traidores”; Padro Guaitalla y Pedro Yauta, considerados “cabecillas reincidentes”; Juan Portillo, quien era alcalde de Pomabamba por el delito de “traidor y seductor reincidente en favor de los rebeldes”, como también Norberto Conde, Felix [sic] Mendoza y Manuel Corpues, acusados por tener comunicación con los independentistas y ser conductor de pliegos57 57 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 155-156. . Las deserciones, por otro lado, fueron cubiertas por nuevos reclutas, que muchas veces provenían de la población campesina.

La presencia realista en el sur andino se vio beneficiada por la cantidad de recursos a los que podían acceder. Ejemplo de esto se encuentra en el oficio que el virrey remitió al intendente de Puno solicitando la remisión de 40 reclutas al jefe del Ejército del Alto Perú los cuales debían ser escogidos “de los que ingresasen a ese punto, procedentes de las provincias de abajo”. Asimismo, le informó la salida desde el Cuzco de una partida de más de 100 reclutas en dirección a Puno para que posteriormente algunos sean incorporados al Batallón del 1° Regimiento y otros se dirigiesen rumbo a Arequipa58 58 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, vol. 5, p. 13. .

Tras la partida de San Martín, un triunvirato presidido por el ya conocido general La Mar emprendió una compleja campaña contra el ejército realista en dirección a los puertos de Intermedios, en el departamento de Moquegua. El ejército, conformado por 4 300 peruanos, 2 200 colombianos, 2 000 argentinos y 1 800 chilenos, se dividió en varias secciones. La primera división, a las órdenes de Alvarado, contaba con 4 500 hombres, la cual zarpó en la primera quincena de octubre rumbo a Arica. Sin embargo, el no movilizarse hacia el interior de la sierra sur les dio tiempo a los realistas para reorganizarse y enviar a Valdés y a Canterac59 59 Albi de la Cuesta, 2019. .

El sostén económico para mantener el ejército y los gastos de guerra continuaron siendo fundamentales en los siguientes meses. Para inicios de 1823, el virrey La Serna solicitó al comercio cuzqueño un préstamo por 20 000 pesos, así como otros 25 000 pesos al arequipeño, 150 000 pesos al paceño y al potosino y chuquisaqueño unos 30 000 pesos. Sin embargo, pese a estas solicitudes, en el Cuzco solo se logró recaudar 13 373 pesos, lo que representaba el 66,86% de lo solicitado a la ciudad, y algo similar sucedió con el resto de las ciudades, las cuales no llegaban a cubrir la totalidad de lo solicitado60 60 Colección Documental de la Independencia del Perú, tomo XXIII, vol. 3, p. 30-31 y 35. . Si bien esto terminó preocupando al virrey, no cesaron las solicitudes de cupos a las personas más pudientes, tanto civiles como eclesiásticos. Por otro lado, tal como muestra Albi de la Cuesta, con una vaca se podía alimentar a 100 hombres; con un borrego 10 hombres; con una carga de papas (12 almudes) unos 100 hombres; con una carga de chuño de 100 libras, 100 hombres; y, con una carga de maíz (8 almudes), 80 hombres61 61 Albi de la Cuesta, 2019. .

Tal como se muestra en la documentación, a los altos miembros del clero cuzqueño se les exigió un total de 2 950 pesos, siendo solo el obispo el encargado de entregar 1 500 pesos. A otras comunidades religiosas, como los conventos de Santo Domingo, San Agustín, La Merced, se les exigió una contribución de entre 200 y 300 pesos, mientras que al Monasterio de Santa Clara unos 1 000 pesos. Pero no todo se restringió al ámbito eclesiástico, pues diferentes donativos forzosos fueron exigidos a los miembros del Cabildo y encargados del comercio, cuyos montos rondaban entre los 600 y 25 pesos, dependiendo de su rango y capital económico62 62 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 91 y ss. .

Nuevas solicitudes económicas y cupos fueron impuestos a lo largo de 1823. Así, por ejemplo, para mayo, se ordenaron nuevos empréstitos “voluntarios” para la ciudad del Cuzco. Según se argumenta en el bando, esto se debía a “los cuidados que ha causado y causó [al gobierno] la escasez de recursos para la subsistencia de las tropas”. Y continúa que el caudal recaudado debía ser remitido directamente a las cajas generales por la misma junta o un comisionado63 63 Ibidem, p. 113-115. .

Para inicios de 1824, el ejército realista contaba con un aproximado de 18 000 hombres, quienes por disposición del virrey se hallaban divididos de la siguiente manera: 4 000 en la división del general Olañeta, ubicados en el Alto Perú; 3 000 pertenecientes al Ejército del Sur, ubicados entre Puno y Arequipa al mando de general Valdés; 8 000 en el norte al mando del general Canterac; 1 000 en el Cuzco bajo las órdenes directas del virrey y otros 2 000 restantes en otras guarniciones64 64 Torata, 1894. . No obstante, el sostén económico de este seguía en problemas, por lo que nuevamente se impusieron cupos al comercio cuzqueño, los cuales ascendían a otros 20 000 pesos los cuales debían entregarse a más tardar el 12 de marzo de ese mismo año65 65 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 119-122. .

3.3 Incursiones sobre Lima 66 66 Este tema ha sido abordado a mayor profundidad en Alvarado Luna, 2021.

El 5 de febrero de 1822, desde el Cuartel General de Huancayo, José de Canterac dirigió una proclama a los habitantes de Lima y la costa, en la cual sostuvo:

los que os gobiernan hoy, han sido y serán siempre vuestros únicos enemigos: el Ejército que tengo el honor de mandar, olvidará gustoso acaecimientos pasados por el placer de abrazaros, como amigos, el día mismo que su valor os devuelva el título de ciudadanos de una Nación grande, si vuestra conducta fue la de habitantes pacíficos; pero si ciegos a vuestro interés favorecéis los designios de los revoltosos, tened a la vista el castigo que acaban de sufrir los habitadores del Hayhuay Chacapalpa y otros, cuyos pueblos por su obcecación han sido entregados a las llamas. Este ejército espera de vosotros una conducta que exceda si es posible su generosidad. Estos son sus sentimientos, que garantiza su general y vuestro amigo67 67 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 143. .

Ya desde ese momento, la propaganda en contra de los independentistas emprendida por los realistas y las amenazas de un retorno militar a la capital comenzaron a ser frecuentes. Sin embargo, no fue sino hasta el fracaso de la Primera Campaña a los puertos de Intermedios que Lima comenzó a ser evacuada frente a la posibilidad de que los realistas tomaran posesión de ella nuevamente.

El 18 de junio, finalmente, este temor se hizo realidad. Al mando de Canterac, los realistas hicieron su ingreso a la capital sin disparar un solo tiro, lo que produjo que el Gobierno peruano se refugiara en los fuertes del Callao68 68 Archivo General de la Nación, Ministerio de Hacienda, OL, leg. 70, doc. 7. . La inestabilidad desde este momento fue tal que el 4 de febrero de 1824, los batallones del Río de la Plata y Chile, descontentos por la falta de recursos y pagos, se sublevaron y pidieron el auxilio del general realista José de Canterac69 69 Gaceta del Gobierno, tomo VI, n. 6, Lima, 21 de enero de 1824. In Gaceta de Gobierno del Perú, tomo II, p. 17. . Esta situación fue aprovechada por los realistas y el 10 de febrero nuevamente la bandera española ondeó en las fortalezas del Callao, donde actuó en defensa el regimiento De la Lealtad, compuesto por los amotinados; y para inicios de marzo, la División Moret ingresó a la plaza del Callao. La lealtad de los independentistas, por otro lado, comenzó a desquebrajarse, especialmente cuando Torre Tagle en su calidad de presidente, así como su vicepresidente, el ministro de Guerra y otros 337 mandos militares se pasaron al bando realista70 70 Albi de la Cuesta, Julio, 2020. .

Los realistas ocuparon la ciudad de Lima y las fortalezas del Callao, donde se dejó un aproximado de 1 500 hombres a las órdenes del Brigadier Ramón Rodil, quien fue nombrado gobernador de la Plaza. El 19 de marzo, Rodil examinó las circunstancias militares y políticas del Callao conforme las cuales, según la información que pudo recoger, existían 3 200 hombres “de robusto servicio”, 700 de ellos artilleros, 2 000 de infantería, 200 de caballería y 300 zapadores “con dieciocho meses de víveres para contar con el alimento de un año por la corrupción y deterioro continuo que padecen y 500 000 pesos en Tesorería para acudir a la guarnición con media paga”71 71 Rodríguez Casado; Lohmann Villena, 1955, p. 8-9. .

La facilidad de volver a ocupar Lima se entiende por las misivas que mantuvo Canterac con diversos personajes de Lima desde fines de enero. Según se expuso en la Gaceta de Gobierno de Trujillo, en comunicaciones entre Canterac y “un sujeto en Lima”, donde el primero se refiere al segundo como “muy estimado amigo”, se ve cómo el general realista solicita información sobre el estado de las fuerzas independentistas, así como sus movimientos. Por otro lado, sostiene que era indispensable batir a Bolívar y negarle al Libertador los Granaderos y Húsares que podría solicitar. La creencia de que ese sujeto se encontraba muy vinculado a Torre Tagle puede ser confirmada con la proclama de este último a los peruanos, impresa en marzo, en la cual los instaba a “unirse para salvar al Perú de la tiranía con que le amenaza Bolívar”72 72 Archivo General de Indias, Estado, leg. 75, n. 33 .

4. En miras a la campaña final: Junín y Ayacucho

Todo parecía vaticinar un éxito para las armas del rey. Sin embargo, la situación comenzó a cambiar a fines de 1823 cuando Pedro Antonio de Olañeta, jefe del Ejército del Alto Perú y encargado de la defensa realista en la región, remitió una misiva al virrey La Serna en la cual le anunciaba su marcha junto a una división rumbo a Salta. Este accionar, que no fue ordenado por el virrey, se debió a que Olañeta consideraba fundamental proteger la frontera altoperuana73 73 Alvarado Luna, 2020. . La movilización se produjo junto a todas las fuerzas de la guarnición de Oruro, además de 300 cañones que llegaron a Potosí el 4 de enero de 1824. Enterado el virrey de esta situación, le recriminó sostenido que “si vuelve a obrar de un modo semejante me veré en la precisión de dar el mando de esa división a otro que observe mejor el orden que el sistema militar exige […] no debe disponer ninguna expedición en dirección alguna sobre las provincias de abajo sin expresa orden mía”74 74 Torata, 1894, p. 133. .

Esta tensión entre las máximas autoridades militares del ejército realista no hizo más que agravar la situación. A ojos de Valdés, el accionar de Olañeta no tenía otro objetivo que fomentar la anarquía. Atónito frente a esta situación, La Serna no tuvo más remedio que ordenarle a Valdés la marcha sobre Potosí a fin de contener a Olañeta75 75 Alvarado Luna, 2020. . El momento fue el menos propicio. En este contexto se habían recibido las noticias del retorno del absolutismo en España, con lo cual Olañeta buscó acusar al virrey de querer “traicionar la religión y al rey”. Debido a la oposición entre ambos sobre la “verdadera fidelidad al rey” y a la religión, la posición de los pobladores y vecinos del Alto Perú se vio convulsionada76 76 Soux, 2010, p. 159. . Sobre este punto, es importante destacar que existe un debate sobre los verdaderos motivos de la denominada “sublevación” de Olañeta, pues algunos historiadores consideran que se debió más a una oposición ideológica frente al virrey -argumento que también se ha tomado como motivo para las discrepancias entre Pezuela y La Serna- que a una oposición militar77 77 Al respecto se puede consultar Wagner de Reyna, 1985; De la Puente Brunke, 2012. . Sea cual fuere el verdadero motivo, como veremos a continuación, la decisión de Olañeta le costó la victoria a las armas del rey que tanto decía defender.

La amenaza de una insubordinación dentro del ejército realista en una región tan próxima a Cuzco, para el rey, era incluso más peligrosa que la presencia de las fuerzas de Bolívar, por lo que dispuso el envío de 14 000 hombres al mando de Valdés contra Olañeta. Mientras Valdés se dirigía al sur, Bolívar al mando del Ejército independentista emprendía la marcha hacia la sierra central. Enterado de esto, Canterac partió rumbo a Juaja a la cabeza de un ejército compuesto por 7 000 hombres en dos divisiones al mando de Monet y Maroto, 1 300 caballos y 9 piezas de artillería78 78 Moreno de Arteaga, 2010. .

Para el ejército realista, la derrota de Junín el 6 de agosto de 1824 -un “incidente imprevisto”- supuso una sorpresa en términos estratégicos al no tener los conocimientos necesarios del avance de Bolívar sobre Canterac79 79 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 85. . Este último, sostiene Martínez Riaza, la atribuyó a la decisión del virrey de no permitir que los ejércitos realistas del norte y del sur se uniesen para combatir a Bolívar80 80 Martínez Riaza, 2018. . Frente a esta situación, el virrey emprendió un nuevo plan de operaciones. Sin embargo, a ojos de García Camba, La Serna no podía formar un ejército de operaciones y encomendar su mando a Canterac “por el descrédito que le había atraído la retirada que acaba de ejecutar”. Tampoco podía fiarle todo el mando a Valdés “sin separar al general Canterac, y era prudente prever que en caso de desgracia había de haber quien la atribuyese a la ausencia de este general, antes afortunado”. Finalmente, no podía permanecer en el Cuzco sin quedarse con una división “que necesariamente reducía las fuerzas disponibles para la ofensiva, cuando un nuevo desastre era de todo punto irreparable mientras que, maniobrando con todas las tropas reunidas, si la fortuna favorecía los esfuerzos de los leales, el dominio español en el Perú quedaría por largo tiempo asegurado”81 81 García Camba, 1846, p. 214. .

El virrey optó por utilizar los servicios disponibles en la región y encabezar él mismo el ejército a fin de hacer frente a los independentistas. Para esto, solicitó diversos refuerzos, entre los cuales destacan un contingente de 741 hombres para el Cuzco; de estos, arribaron 197 procedentes de Arequipa. Estas medidas buscaron acelerar el reforzamiento del ejército, por lo que se amenazó con el cese a los subdelegados que no cumplían con el cupo solicitado82 82 Albi de la Cuesta, 2019. . Por otro lado, tal como había venido haciendo desde su llegada al Cuzco, se impusieron otros cupos. Sin embargo, entre los meses de octubre y noviembre de 1824, la situación económica de la capital virreinal “enteramente exhausta de numerario”, no podía seguir atendiendo los pedidos83 83 Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 124. .

Una vez acordado el plan de acción, el 22 de octubre el virrey emprendió la ofensiva rumbo a Rajay-Rajay -al sur de Ayacucho-, donde llegó el 19 de noviembre. Para la mañana del 3 de diciembre, La Serna ocupaba los altos de Pomacahuanca, mientras que el ejército independentista al mando de Sucre hacía lo propio en los bajos. Los movimientos de ambos ejércitos continuaron hasta que el 9 de diciembre, en las faldas del cerro Condorcunca, ambos ejércitos se batieron en combate. Las bajas tras la batalla de Ayacucho, según sostiene el mismo Sucre, fueron las siguientes: 309 muertos y 670 heridos en el caso de los independentistas, mientras que en el bando realista estas fueron de unos 1 800 muertos y 700 heridos, dentro de estos últimos el mismo virrey84 84 Colección Documental de la Independencia del Perú. tomo VI, vol. 9, p. 252. .

Tras conferenciar con Sucre, tanto Canterac como Carratalá extendieron bases preliminares de una transacción y las remitieron a sus demás compañeros en armas. Luego de que estas fueron recibidas, las comentaron, editaron y acordaron que el 10 de diciembre se firmaría la capitulación. Culminaba así el gobierno virreinal de José de la Serna y, con él, la presencia realista en el Perú. Sin embargo, si bien hubo una resistencia en los castillos del Callao al mando del general Rodil que resistió hasta enero de 1826, el “bastión de fidelismo” en América del Sur culminó en las pampas ayacuchanas a fines de 1824.

5. Reflexiones finales

Si bien durante todo el periodo colonial Lima jugó un rol fundamental como capital virreinal, en los años de la independencia esto comenzó a cambiar. Si bien desde ella el virrey Abascal había emprendido las campañas contrarrevolucionarias con éxito, durante el gobierno del virrey Pezuela y, concretamente producto de la amenaza que representaba la Expedición Libertadora, su importancia comenzó a ser cuestionada. Tal como se ha visto en líneas precedentes, mientras Pezuela argumentaba que la pérdida de capital supondría la pérdida total del virreinato, los jefes militares realistas, encabezados por La Serna, priorizaban la necesidad de retirarse hacia el interior. El tiempo le dio la razón a La Serna y, como nuevo virrey, concentró sus fuerzas en el centro y sur del virreinato. Esto le permitió no solo reorganizar su ejército, sino disponer de alimentos, vestimenta y demás recursos disponibles en la región, además de emprender una guerra de propaganda contra la causa independentista y enviar expediciones militares contra Lima a fin de demostrar, una vez más, lo vulnerable de la ciudad.

El éxito realista en las batallas de Ica, Torata, Moquegua y Zepita llevadas a cabo entre 1822 y 1823, así como las acciones en el Alto Perú, las dos incursiones sobre Lima y la toma de los castillos del Callao son una muestra de la debilidad y dificultad organizativa del nuevo gobierno independiente en el Perú, tanto del Protectorado de San Martín como de la presidencia de Riva Agüero, el Congreso Constituyente y de Torre Tagle. Este éxito, sin embargo, no fue del todo aprovechado por el gobierno virreinal, pues los problemas logísticos y económicos por los que atravesaba el sur andino peruano dificultaban que los planes del virrey La Serna se concretasen a cabalidad. De esta manera, no solo fue complicado la obtención de vestimenta y alimentos en una región golpeada por la guerra desde 1809, sino que la producción de armamento era prácticamente inexistente y se esperaba que llegase de España junto con refuerzos militares, lo que nunca arribó. El reclutamiento, por otro lado, también fue un problema fundamental. Si bien se llevaron a cabo levas, la falta de pagos y las condiciones adversas generaron constantes deserciones dentro de las filas realistas.

La situación para los realistas era una eventual victoria. Sin embargo, fue con el arribo de Sucre y, posteriormente, de Bolívar, quienes emprendieron la campaña sobre la sierra, que el ejército realista tuvo que concentrar sus esfuerzos en detenerlos. Esto, sumado a la sublevación de Olañeta terminaron fraccionando las operaciones militares del virrey, lo que terminó por generar las derrotas en las batallas de Junín y Ayacucho, poniendo así fin a la presencia realista en el Perú. De esta manera, se puede apreciar que fueron estos dos hechos concretos y externos a la política contrarrevolucionaria de La Serna los que terminaron por inclinar la balanza por la consumación de la independencia.

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  • 3
    Chust; Frasquet, 2013; Luqui, 2006.
  • 4
    Si bien uno de los primeros trabajos relacionados a este tema es de Díaz Venteo (1948) acerca de las campañas militares de Abascal, la cultura política, la situación económica y social del virreinato y las Juntas de Gobierno han sido abordadas a profundidad, especialmente en el contexto del bicentenario de estas últimas. Entre otras, se encuentran: O’Phelan; Lomné, 2013; O’Phelan, 2016; O’Phelan, 2014; Chust; Rosas, 2017; Alvarado Luna, 2020 (tanto para Abascal, como para los dos siguientes virreyes).
  • 5
    Ricketts, 2010.
  • 6
    Para el caso concreto del Gobierno de Pezuela y la contrarrevolución, a diferencia del de Abascal, solo se cuentan con algunos estudios concretos, dentro de los cuales podemos destacar: MARKS, 2007; De la Puente Brunke, 2012; Martínez Riaza, 2014; Ricketts, 2017, y los textos de Alvarado Luna, 2015 y 2017.
  • 7
    Para el caso de La Serna, se puede consultar los siguientes trabajos: Albi de la Cuesta, 2009; Moreno de Arteaga, 2010; Martínez Riaza, 2018; Arrambide; McEvoy; Velázquez, 2021; Sobrevilla, 2011.
  • 8
    Rabinovich, 2022.
  • 9
    Black, 2004; Rabinovich, 2015.
  • 10
    Archivo General Militar de Segovia, CELEB., Caja 133, EXP.1 Carpeta 5.
  • 11
    Archivo General Militar de Segovia, CELEB., Caja 133, EXP.1 Carpeta 5.
  • 12
    Alvarado Luna, 2020.
  • 13
    Pezuela, 1947.
  • 14
    Un estudio sobre los debates entono a la defensa e importancia de Lima se puede consultar en Alvarado Luna, 2015.
  • 15
    Archivo Histórico de la Municipalidad de Lima. Libro de Cabildo n°45. Acta de la sesión del Cabildo del 1° de febrero de 1821.
  • 16
    Sobre el miedo a la población durante el periodo de independencia, se puede consular: Mazzeo, 2005. Para el caso de la crisis alimentaria, consultar: Sánchez, 2001.
  • 17
    Alvarado Luna, 2020; Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XIII, vol. 2, p. 56
  • 18
    Rújula; Chust, 2020.
  • 19
    Costeloe, 2010.
  • 20
    García Camba, 1846, p. 389.
  • 21
    Alvarado Luna, 2020.
  • 22
    Véase Sánchez, 2015.
  • 23
    Luqui, 2006.
  • 24
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 2, p. 76.
  • 25
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 2, p. 77.
  • 26
    AlbiALBI DE LA CUESA, Julio. Banderas olvidadas. Madrid: Desperta Ferro Ediciones, 2019. de la Cuesta, 2009, p. 484.
  • 27
    De Haro, 2019.
  • 28
    Albi de la Cuesta, 2019.
  • 29
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, v. 2, p. 307-308
  • 30
    Albi de la Cuesta, 2019.
  • 31
    García Camba, 1846.
  • 32
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 58.
  • 33
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 58.
  • 34
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 58.
  • 35
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 58.
  • 36
    O’Phelan, 2019.
  • 37
    Albi de la Cuesta, Julio, 2020.
  • 38
    Archivo General de Indias, Oficio n°62. La Serna al Secretario de Estado. Cuzco, 22.02.1822.
  • 39
    O’Phelan, 2019.
  • 40
    Ricketts, 2001.
  • 41
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 141.
  • 42
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 63-64.
  • 43
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3. 65-66.
  • 44
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 141.
  • 45
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, 67.
  • 46
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 68-70.
  • 47
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 72-73.
  • 48
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, vol. 9, p. 27-30.
  • 49
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 75-76.
  • 50
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 75-76.
  • 51
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, vol. 9, p. 100.
  • 52
    Archivo General de la Nación. C7. Caja Cuzco.393.1142.81; Archivo General de la Nación. C7.Caja.Cuzco.393.1142.68
  • 53
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 137.
  • 54
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, vol. 5, p. 195.
  • 55
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, vol. 5, p. 196.
  • 56
    Alvarado Luna, 2019.
  • 57
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 155-156.
  • 58
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo VI, vol. 5, p. 13.
  • 59
    Albi de la Cuesta, 2019.
  • 60
    Colección Documental de la Independencia del Perú, tomo XXIII, vol. 3, p. 30-31 y 35.
  • 61
    Albi de la Cuesta, 2019.
  • 62
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 91 y ss.
  • 63
    Ibidem, p. 113-115.
  • 64
    Torata, 1894.
  • 65
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 119-122.
  • 66
    Este tema ha sido abordado a mayor profundidad en Alvarado Luna, 2021.
  • 67
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 143.
  • 68
    Archivo General de la Nación, Ministerio de Hacienda, OL, leg. 70, doc. 7.
  • 69
    Gaceta del Gobierno, tomo VI, n. 6, Lima, 21 de enero de 1824. In Gaceta de Gobierno del Perú, tomo II, p. 17.
  • 70
    Albi de la Cuesta, Julio, 2020.
  • 71
    Rodríguez Casado; Lohmann Villena, 1955, p. 8-9.
  • 72
    Archivo General de Indias, Estado, leg. 75, n. 33
  • 73
    Alvarado Luna, 2020.
  • 74
    Torata, 1894, p. 133.
  • 75
    Alvarado Luna, 2020.
  • 76
    Soux, 2010, p. 159.
  • 77
    Al respecto se puede consultar Wagner de Reyna, 1985; De la Puente Brunke, 2012.
  • 78
    Moreno de Arteaga, 2010.
  • 79
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 85.
  • 80
    Martínez Riaza, 2018.
  • 81
    García Camba, 1846, p. 214.
  • 82
    Albi de la Cuesta, 2019.
  • 83
    Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXII, vol. 3, p. 124.
  • 84
    Colección Documental de la Independencia del Perú. tomo VI, vol. 9, p. 252.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    17 Mayo 2024
  • Fecha del número
    2024

Histórico

  • Recibido
    09 Oct 2023
  • Acepto
    21 Nov 2023
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